¿Innovar o renovar la
docencia universitaria? Algunas propuestas a través del cine
Innovate
or renew university teaching? Some proposals through the cinema
Tania Alonso Sainz y David Reyero
García
Facultad de Educación,
Universidad Complutense de Madrid (España)
Resumen
El
imperativo de la innovación en el contexto educativo es un hecho que se puede
constatar desde la política educativa supranacional y nacional, y en todos los
niveles y etapas, desde la educación obligatoria hasta los estudios superiores
universitarios. Este artículo se sitúa en el actual contexto innovofílico, en concreto en el marco de la educación
universitaria de los futuros maestros. Su objetivo es contestar a la pregunta
de si hay mejores maneras de innovar en la universidad, teniendo como premisa
que recuperar (renovar, volver a hacer nuevas) las misiones de la universidad
es lo que más ayudaría a mejorar la institución y la formación de quienes se
forman en ella, como intelectuales abiertos a la totalidad de lo real y a las
grandes preguntas. Ofrecemos una propuesta pedagógica de cómo renovar la
universidad con el recurso pedagógico del cine, como vínculo privilegiado entre
las materias universitarias y el mundo cultural, que ayude a los futuros
maestros a hacerse mejores preguntas y pensar mejor el contexto educativo.
Ofrecemos en detalle el rendimiento pedagógico de la película Whiplash en torno a los debates de la exigencia y la
excelencia en el mundo educativo. Concluimos que la innovación (y el éxito) en
el aula universitaria beben del dinamismo de la vida intelectual del docente, y
que ciertas actividades audiovisuales pueden servir para provocarlo y
renovarlo.
Palabras clave: universidad; cine; humanidades;
innovación.
Abstract
The imperative of innovation in the educational
context is a fact that can be verified from supranational and national
educational policy and at all levels and stages, from compulsory education to
higher university studies. This article is situated in the current innovation
context, specifically within the university education framework for future
teachers. Its objective is to answer the question of whether there are better
ways to innovate at the university, having as a premise that recovering
(renewing, making new ones) the missions of the university is what would help
the most to improve the institution and the training of those who are formed in
it, as intellectuals open to the totality of reality and the big questions. We
offer a pedagogical proposal on how to renew the university with the
pedagogical resource of cinema as a privileged link between university subjects
and the cultural world, helping future teachers to ask themselves better
questions and think better about the educational context. We detail the
pedagogical performance of the film Whiplash around the debates of demand and
excellence in the academic world. Innovation (and success) in the university
classroom draws from the dynamism of the teacher's intellectual life, and
certain audiovisual activities can provoke and renew it.
Keywords: university; movies; Humanities; innovation.
Introducción
En 2014[1] tuvo lugar
un debate sobre educación que se hizo viral y que representa bien las posturas
rivales educativas entre conservación e innovación. Retransmitido por la cadena
de televisión nacional, invitaron a dos conocidos oponentes: a Alberto Royo,
profesor de Instituto de Educación Secundaria que defendía la transmisión de
contenidos, y a la docente universitaria María Acaso, que proponía la ruptura
con los roles tradicionales del docente y del alumno. Esta última defendía que
“hay que adaptar las metodologías a los nuevos tiempos”, y que “hay que
introducir las dinámicas de campamento en el aula porque solo recordamos lo
vivencial, lo experiencial”. Además, proponía también “comer en las clases como
elemento educativo para convertir la clase en algo celebratorio”, así como
“bailar” para introducir el factor sorpresa.
En contraposición, el perplejo profesor Alberto Royo se preguntaba si
esas ideas se han puesto en práctica no solo buscando el disfrute de los
estudiantes sino su aprendizaje. De lo contrario, fomentando el entretenimiento
y queriendo protegerles de cualquier tipo de esfuerzo –asegura– no les
ayudamos, sino que los “abandonamos” –decía Royo– o con palabras de Bellamy
(2018) “los desheredamos”, los dejamos desprovistos, desnudos ante el mundo y
ante ellos mismos. El profesor Royo, con cierta vehemencia, insta a distinguir
entre hacer terapia, educar y enseñar, pidiendo que no se olvide que el
conocimiento es en sí mismo un valor, y que hacer otra cosa en la hora de
clase, como apuntaba Recalcati (2017), es engañarlos.
Ante los disparates que escucha sobre el rechazo a los exámenes y a la
memorización de contenidos, Royo preguntaba a Acaso cómo podría él enseñar de
un modo “innovador” en sus clases de Música la forma sonata, ante lo que
obtiene la siguiente respuesta: “Quizás es más importante introducir en el aula
la música que les gusta a los alumnos o la creación de cualquier cosa a través
de un móvil”.
Este diálogo delirante nos transporta inmediatamente a la famosa escena
que relata la profesora Ladjali (Steiner y Ladjali, 2020) cuando sus compañeros del Instituto en el
que ejerce en un barrio deprimido parisino le animan a poner más hip-hop en
clase y menos Shakespeare para hacerse con ellos. Estos ejemplos (el televisivo
y el de Ladjali) son paradigmáticos del imperativo
pedagógico de la innovación que reciben los docentes, y que puede culminar en
la paradoja que apunta Royo de dar a sus estudiantes lo mismo que ya tienen.
Ante este panorama, en este artículo no queremos ahondar en las
concepciones rivales de la innovación y la conservación, sino guiarnos por el
objetivo de descubrir cuál es la mejor manera de innovar en un contexto que
empuja a la innovofilia. Así, propondremos la
renovación como forma superior de innovación en el contexto universitario de
formación de futuros docentes. Una propuesta que se ha puesto en marcha en el
contexto del GIAFE (Grupo de Investigación de Antropología y Filosofía de la
Educación) de la Universidad Complutense de Madrid. Se aplicó la propuesta con
la metodología de cinefórums a los que estaban invitados, estudiantes y
profesores de la Facultad de Educación. En este sentido, el tipo de películas,
los fines a los que responden y las preguntas que se quieren abordar se
especifican en apartados posteriores.
El recorrido argumental de este ensayo es contestar a una serie de
preguntas que son las siguientes: ¿sigue la tarea docente relacionada con la
idea de la transmisión? ¿Qué podemos hacer para no “desheredar” a los
estudiantes y a la vez motivarlos a recibir la herencia? ¿Qué es propio de la
enseñanza universitaria y de la universidad como institución? ¿A qué se refería
Victoria Camps (1990) cuando decía que innovar es discernir? ¿Qué significa
innovar en la universidad? ¿En qué sentido hay mejores maneras de innovar en la
universidad?
1.
El contexto cultural para la innovación educativa
Educar es siempre educar en un contexto y es necesario iniciar siquiera
una reflexión sobre sus rasgos. Partimos del hecho de que la innovación en
nuestro contexto educativo ha devenido un imperativo. Basta mirar los últimos
informes de recomendaciones de la OCDE para comprobar que su objetivo es medir
la innovación en educación, como en efecto se titula el de 2019 Measuring Innovation in
Education. What Has Changed in The Classroom? (elaborado por
Vincent-Lancrin et al., 2019). También en
las universidades han proliferado los estudios universitarios oficiales
(normalmente en forma de másteres) que llevan el título de “innovación
educativa”. Asimismo, como es sabido, históricamente desde instancias
ministeriales se convocan premios para reconocer la labor de centro docentes,
premios que apuntan muy bien qué se reconoce como reconocible, es decir, qué
merece ser premiado en cada momento histórico. Pues bien, desde el año 2022 se
convoca el premio titulado “Innovación y ODS en los centros educativos”
[2] que, según
definen las propias bases de la convocatoria, “busca reconocer la implicación
de los centros educativos de toda Iberoamérica en la concienciación y difusión
de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 al interior
de las aulas de manera innovadora.” Los planes de estudio universitarios
de los Grados de Magisterio también han incorporado como parte de los créditos
de formación obligatoria una materia que incluye en el título la palabra
“innovación”. La concreción de las innovaciones en las facultades de educación
va además de la mano de la introducción de innovaciones tecnológicas, aulas
flexibles y metodologías vanguardistas.
No hemos llegado a la consagración de la innovación desde la nada sino
desde una deriva muy concreta. Los orígenes de esa deriva han sido contados de
muchas maneras, pero quizás la atención a la velocidad y la estima por el
cambio sean los que mejor lo expliquen. Nada debe permanecer (Bellamy, 2020;
Barrio, 2022). En el debate Heráclito–Parménides, cambio–permanencia, parece
que el primero va ganando al segundo. Los Parménides que quedan son señalados
como sujetos esencialmente reaccionarios, personas “con resistencia al cambio”,
que “no salen de su zona de confort”. No se puede desvincular la idea de
innovación de esa fascinación por el cambio y lo nuevo. De hecho, la RAE define
innovar en su primera acepción como: “Mudar o alterar algo, introduciendo novedades”.
Curiosamente, la segunda acepción que la RAE ofrece del término innovar –una
acepción en desuso– es “volver algo a su anterior estado”. Pero los “estados
anteriores” al presente no son garantía de nada mejor, ni más bello ni más
verdadero. Por ello, la palabra “renovar”, en su etimología “volver a hacer
nuevo” es un concepto mucho más útil para pensar los cambios educativos.
Innovar y renovar se encuentran como sinónimos en la quinta acepción de
“renovar” en la RAE, cuando dice que es “dar nueva energía a algo,
transformarlo”, y pone como ejemplo “Este autor renovó el teatro de la época”.
Quien renueva el teatro de la época, ama el teatro, la institución, el
edificio, el espacio, los escenarios, sus literaturas, de modo que, en
definitiva, revitaliza, aviva, actualiza, renueva, da vigor a lo que estaba
perdiéndolo.
En este artículo queremos contribuir a la renovación y revitalización de
la universidad light o extraviada de la que habla Esteban (2019, 2022) a
partir de tres premisas, y fijándonos en tres grupos de elementos.
La primera premisa es que la universidad, siguiendo a García Morente
(2012) y Ortega y Gasset (2007) tiene una misión particular y un ideal concreto
que además es multifacético, pues tiene que ver con la difícil tarea de formar
a la vez profesionales, transmitir la alta cultura y organizar la
investigación. La segunda premisa es que innovar hacia la mejora, solo puede
darse en íntima conexión con la premisa anterior. Por esta razón innovar puede
ser a veces, por qué no, volver a viejas prácticas (leer, pensar, discutir,
escribir) o volver a pensarlas, renovarlas y revitalizarlas. Y la tercera
consiste en que la motivación sigue al conocimiento, y no viceversa, como
explica Luri (2020). ¿Qué quiere decir esto? Que es a
partir del trabajo como conseguimos motivar a los estudiantes. Hay dos tipos de
motivación, aquella que surge de la impresión fugaz que despierta o puede
despertar la pericia de un determinado profesor, y aquella que surge del
trabajo al que un profesor puede empujar a un estudiante. La motivación del
primer tipo afecta en mayor medida a lo emocional, puede ser relevante pero
también engañosa. En cierto sentido puede funcionar de la misma manera que lo
hace el espectáculo. Solo funciona mientras aquello que motiva está en acción,
pero una vez el espectáculo o la clase desaparecen, desaparece el motivo que ha
centrado la atención. Por el contrario, la motivación del segundo tipo, la que
nace de un tipo de ejercicio, forma la voluntad pues sigue a una determinada
praxis que modifica el carácter o la forma de hacer. Genera hábitos que
capacitan al estudiante y esto motiva a continuar aprendiendo. El estudio es
motivador de esta manera. No es solo que el conocimiento nos lleve o empuje a
querer más conocimiento, sino que la manera de adquirirlo, el esfuerzo empleado
en esa manera construye una forma de ser, una forma de relacionarnos con la
realidad. En este sentido, decimos que es la actividad (del estudio en este
caso) la que cincela el carácter (Freire, 2022) y por eso la “innovación”
universitaria creemos que tiene que ver más con exponer a los estudiantes a
ciertas prácticas universitarias que con insuflar motivaciones
extrauniversitarias y gamificadoras.
2.
Propuestas[3] audiovisuales de
renovación universitaria en la formación inicial de docentes
Las propuestas que presentamos tienen que ver a la vez, aunque no
siempre, con un doble acento: son elementos que permiten al docente, por un
lado, conocer y comprender mejor el mundo y la forma mentis
de los estudiantes universitarios fomentando que se acerquen mejor a la
asignatura; y por otro, son elementos que permiten al docente acercarse mejor a
su propio objeto de estudio, el que debe impartir.
En este sentido, nos interesan aquellos recursos –audiovisuales en este
caso– que colaboren en la idea de universidad como lugar insustituible para
provocar preguntas importantes, como lugar que busca ser un “troublemaker” (Fulford, 2022), que tiene como misión
prioritaria transmitir la cultura (Garrocho, 2022) y donde la verdad importa
(Barrio, 2022). El éxito, por tanto, de estos recursos estará en estrecha
conexión con colaborar a que la institución universitaria cumpla las funciones
que le son propias y distintas.
Si insistimos en esta cuestión es porque el debate actual (y con ello,
la fuerza de la política educativa) va en otra línea. La demanda de una
enseñanza “más práctica” que esté más conectada con “la realidad” de la
profesión es la principal discusión sobre la innovación en la formación inicial
docente; entendiendo que avanzar en la innovación de la formación inicial
universitaria está en la línea de relacionar las horas de clase con la práctica
“real”, creando espacios de experimentación a modo de laboratorio de lo que
será su futuro profesional y asegurando evaluar el aumento de la eficacia de su
práctica a lo largo de los cursos (Darling-Hammond,
2017). En este contexto se entiende que la motivación hacia las materias viene
a partir de su aplicación inmediata para la resolución de problemas.
Sin embargo, la perspectiva que ofrecemos aquí no va en la línea de
generar esta percepción de autoeficacia docente, sino de profundizar en el
sentido de los contenidos y del espacio de la universidad, tan distinto al del
ejercicio profesional como necesario. Por eso, la pregunta inicial es: ¿tienen
algún sentido y utilidad propias las paredes del aula universitaria, sus ritmos
y sus contenidos? ¿Es algo más que un peaje inútil? O, dicho de otro modo, más
radical: ¿nos equivocamos al ver los estudios de Magisterio como universitarios
y debieran ser una Formación Profesional?
Para contestar estas preguntas deberemos tener claro algunos elementos
propios de la universidad que nacen de su vocación educativa, y no meramente
profesionalizante, y que se concretan en dos aspectos. Primero, esta dimensión
educativa de la formación universitaria nos permite establecer objetivos que
vayan más allá de lo instrumental y que respondan a lo que Newman entendía como
formación intelectual (Newman, 2014). Los profesores formados en la universidad
son intelectuales. Segundo, los profesores formados en la universidad, como
consecuencia de lo anterior, deberían tener un particular tipo de apertura y
aprecio al mundo de la cultura.
Sobre lo que significa ser un intelectual y sabiendo que es un tema de
profundo debate en el mundo educativo, solo destacaremos un par de cosas.
Primero, la palabra intelectual puede leerse como un tipo de legitimidad o
autoridad sobre lo que sea el conocimiento válido. Para muchos autores,
especialmente los pertenecientes a la pedagogía crítica, los profesores han
sido desposeídos de esa posibilidad y han sido relegados al papel de técnicos (Jandrić y McLaren, 2021). Pero, en segundo lugar, el
intelectual es también, al menos si lo leemos desde el pensamiento de John
Henry Newman, aquel que se somete a un modo concreto de conocer que se
caracteriza por el rigor analítico, el orden lógico, la generalización
adecuada, la libertad de criterio y la disciplina exigente (Rumayor, 2019). El
intelectual universitario está, por lo tanto, abierto a la totalidad de lo real
e inevitablemente a las grandes preguntas.
Sobre lo que significa tener una particular apertura al mundo de la
cultura nos referimos a que la universidad puede ayudar en la apertura de los
futuros profesores al mundo cultural, a la atención al mundo editorial, a las
películas, las series y los productos culturales porque han aprendido a
mirarlos y disfrutarlos críticamente. No es una apertura pedante o presuntuosa
sino una que nace del interés por conocer el mundo cultural propio, algo que
solo puede nacer tras experimentar la estrecha relación entre conocer el mundo
y conocernos a nosotros mismos, la relación entre el macrocosmos y el
microcosmos (Gusdorf, 2019).
En este sentido, lo que pretendemos con nuestras propuestas formativas
es abrir una relación con el mundo cultural (como lo hemos descrito
anteriormente) desde las materias teóricas universitarias en la formación de
docentes (que también son, claro está, cultura, aunque de un modo distinto a la
cultura general) porque no se puede ser profesor sin que nos interese el mundo
de la cultura, y la universidad nos tiene que ayudar a leerlo.
2.1. Series de ficción: lugares contemporáneos de encuentro
Queremos indagar cómo las series de ficción y otros artefactos
culturales nos ofrecen un valioso recurso para el conocimiento del perfil del
estudiante universitario actual y del universo cultural en el que este se mueve
(Manago, Santer, Barsigian y Walsh, 2021). Estas manifestaciones culturales
nos aportan también un lugar en el que la imaginación pedagógica del estudiante
y del docente se pueden encontrar. Lo que vamos a hacer en este punto no es
tratar una serie en concreto, sino ofrecer algunas reflexiones normativas que
ayuden a enfrentarse a cualquiera de ellas.
Primero, cuando analizamos o seleccionamos una serie con intención
pedagógica hay que tener claro que lo importante es el encuentro formativo más
que la necesidad de que los referentes culturales sean los dominantes. Por eso,
quien sea capaz de fomentar ese encuentro sin necesidad de acudir a las series
de moda y ampliando la mirada de los jóvenes mediante clásicos de mayor altura
no debería renunciar a ellos de manera vergonzante, sino más bien enseñar cómo
se hace, pues el contenido no es nunca solo una excusa para conversar, y
conversar es siempre más que cháchara.
Segundo, que nuestra cultura es una cultura de lo audiovisual es algo ya
sabido. También están estudiadas las dificultades que el pensamiento crítico
tiene con lo visual. Ya en el clásico tratado de Umberto Eco de semiótica
general (1981) el autor hacía referencia a las ideas ingenuas que se encuentran
detrás de los intentos por descifrar el carácter semiótico de la imagen, y a la
dificultad para enfrentarlas críticamente por su aparente neutralidad y el
poder demostrativo que tiene lo visto frente a lo oído o leído. Esa dificultad
hoy en día se convierte, con la masificación de la tecnología deepfake, en un auténtico problema (Westerlund, 2019). La manipulación de imágenes y la
necesidad de ser más críticos es un problema acentuado por la creciente
capacidad de manipular lo audiovisual; pero esto no nos puede hacer olvidar que
el asunto que subyace es el mismo que cuando la manipulación era más
complicada, o cuando solo unos pocos tenían acceso al mundo de la creación de
productos audiovisuales, cuando no existía el filtro de belleza de Instagram al
alcance de cualquiera. Hoy todos somos maestros del fake.
La dinámica actual y la disponibilidad de acceso generalizado a herramientas
para manipular imágenes es una vuelta de tuerca más sobre la vetusta diferencia
entre aparecer y ser, y sobre la capacidad humana de jugar con esa diferencia
para engañar y engañarse, para descubrir y ocultar. Si hay algo que permanece
en lo humano es esto.
Esta realidad está más allá de las manifestaciones concretas de la
cultura, no es necesario ver las mismas series televisivas para “llegar” o
“hacer click” en los estudiantes, no es
necesario tener la misma experiencia cultural, afortunadamente. De lo contrario
nunca entenderíamos a las nuevas generaciones. Si podemos comprendernos es
porque la mediación cultural, cuando es buena, transmite algún universal
humano. Por eso, aunque un docente de 65 años no experimente con filtros de
Instagram, sí tiene experiencia de verdad y engaño y así ambos, adolescentes y
adultos, puede reconocerse en un mismo elemento cultural. Es precisamente eso
lo que caracteriza a una obra cultural clásica y que puede aparecer en una
buena serie televisiva que sobrevive al paso del tiempo, que refleja una verdad
profunda y común más allá de lo aparente y particular de un contexto y un
lenguaje concreto.
Los objetos audiovisuales pueden contener engaño y verdad, pueden velar
o desvelar la realidad, y que nos enganchen no es criterio suficiente para
poder discernir. Así, por ejemplo, la última película de Napoleón puede atrapar
por su espectacular calidad en planos, iluminación y música, pero puede recibir
las peores críticas de historiadores. Solo una persona con muchos conocimientos
puede discernir ante un objeto cultural. Por ello, a la hora de utilizar los
objetos audiovisuales conviene tener en cuenta tres observaciones:
Primero, la utilización de productos culturales, en este caso los
relatos audiovisuales, nos permiten mostrar de manera narrativa que lo que se
ve o se explica no tiene por qué coincidir con la verdad de nuestra condición
humana. Por eso pueden resultar potencialmente peligrosos para la formación.
Pueden fascinarnos y ser tramposas al mismo tiempo. La fascinación, atracción
irresistible, engaño, alucinación[4], nos
induce a dejar la razón en suspenso. La fascinación ante una serie o una
película no es de por sí garantía de validez para la docencia. Pudiera muy bien
engañar la reflexión, o no provocarla nunca, sino solo aparentemente. Sin
embargo, inevitablemente juegan con algún tipo de verdad. En caso contrario no
podrían resultar atractivas. Llevarla al aula puede ser interesante porque nos
permite mirarla de otra manera, destripar su mecanismo mediante una suerte de
tecnología inversa, y separar el grano de la paja, desvelando que las mentiras
son verdades torcidas de las que se puede aprender algo.
Segundo, debemos tener en cuenta que no existe “alimento neutro” para el
ser humano, tampoco en el mundo del espíritu. La idea de que el profesor
universitario es un ser capaz de no verse involucrado o afectado por la cultura
audiovisual sería de una ingenuidad importante. La cultura audiovisual nos
afecta tanto a estudiantes (Till et al., 2019) como a
profesores. Elegir lo que vemos o leemos, cuándo y cómo lo hacemos no es una
actividad menor. No se trata de recuperar puritanamente la clasificación “para
mayores con reparos”, pero sí saber que lo que elijamos comentar o proponer
debería cumplir algunas condiciones y entre ellas destaca el dar más de sí.
Empujar hacia arriba. Mostrar la belleza, la verdad, o el bien, o al menos las
causas de su ausencia, y que ese artefacto cultural tenga el sentido de ir más
allá del puro provocar. Si esto es importante en todas y cada una de las
carreras universitarias es, sin embargo, decisivo en la formación del
profesorado, cuya tarea es eminentemente fronética (Burbules, 2020), prudencial, es constante elección de lo
mejor entre lo bueno.
Tercero, el material audiovisual de las series de televisión funciona
como universo compartido intergeneracional que es sin duda un lugar de
encuentro utilísimo para ejemplificar contenidos culturales en acción. Pocas
cosas como el relato nos permiten ver aquellas dimensiones de la condición
humana en acción. Esa acción con su complejidad –donde el bien y el mal, la
verdad y la mentira, lo bello y lo feo combaten–, es captada con mucha
dificultad por los discursos puramente especulativos y que, sin embargo, la
narrativa audiovisual manifiesta de formas más vívidas (Orozco-Olvera, Shen y Cluver, 2019).
2.2. El potencial pedagógico de los cinefórums
Actualmente hay un interés renovado por la ética y las humanidades muy
vinculada al espacio que ocupan en las universidades (Cerdá, 2022; Torralba,
2022; Hutchins y Pascual, 2022). Se trata de una preocupación y ocupación
compartidas en hacer de la universidad un lugar de cultivo humanístico más allá
de las especializaciones profesionales, muy en línea con las misiones de la
universidad que mencionábamos en la introducción.
Una vía fuerte de conexión entre lo concreto de la disciplina y lo
universal de las grandes preguntas de la humanidad que han de tener cabida
también en la Educación Superior es el visionado de películas con sus
respectivas discusiones. A continuación, explicaremos cómo hemos llevado a cabo
ambas actividades un grupo de profesores de la Facultad de Educación de la
Universidad Complutense. Consideramos que esta vía es una innovación educativa
en su sentido más renovador, pues sin ser una actividad reciente la de ver
películas y discutirlas, sí que consigue lo que estamos persiguiendo en este
artículo, a saber, la renovación de la docencia universitaria en el marco de
los fines humanísticos y humanizadores que le son propios. A partir del
proyecto de innovación titulado “Humanidades Digitales: El cine como recurso
generador de conocimiento en un proyecto de Aprendizaje Servicio interfacultativo” (Referencia 162[5]. Proyecto
de Innovación UCM. 2021/2022. IP: Marina Jodra) hemos
trabajado distintas películas a lo largo del curso académico 2021-2022 dando
protagonismo al cine como recurso pedagógico. La secuencia de películas fue la
que se puede ver en la Tabla 1. La actividad del cinefórum se realizó una vez
al mes. De este modo, la temporalización se hizo entre octubre de 2021 y abril
de 2022. Los asistentes, entre profesorado universitario y estudiantes, osciló
entre diez y veinte en cada sesión. El método empleado fue: (1º) Visionado de
la película en una sala de la Facultad de Educación de la Universidad
Complutense, (2º) Exposición de preguntas que motivaran el debate, (3º) Libre
expresión de ideas, sugerencias, relaciones, argumentos pedagógicos,
antropológicos y filosóficos entre los asistentes[6].
Como venimos apuntado, si bien esto no es nuevo (Muñoz Casillas, 2001),
sí que tiene un renovado interés en el ámbito universitario (Cuevas Romo, 2020;
Dias-Trindade, Moreira y Rigo, 2021). Creíamos
conveniente hacerlo de un modo colectivo, discutiendo juntos, un grupo de
profesores y personal investigador en formación, las películas y discutir su
potencial pedagógico. Mostraremos aquí, a modo de resultados, el potencial
reflexivo que ofrecen algunas de esas películas tratadas en ese proyecto. Nos
centraremos concretamente en una de ellas, Whiplash,
tratándola a modo de ejemplo de cómo acompañar a los estudiantes del cine a la
reflexión sobre temas propios de la Teoría de la Educación que pueden usarse
transversalmente en distintas materias.
Pero antes mostraremos en la Tabla 1 el grupo de películas que se han
trabajado en el proyecto mencionado con algunas palabras y preguntas clave
sobre la temática, de manera que permitan trabajar cuestiones educativas en
distintas asignaturas.
Tabla 1
Relación de películas para
las titulaciones universitarias de educación trabajadas del proyecto de
innovación UCM ref. 162.
Título |
Director |
Año y
país |
Palabras
clave |
Preguntas
clave |
El faro de las orcas[7] |
Gerardo
Olivares |
2016,
España |
Autismo.
TEA. Psicopatología. |
¿Qué
implica educar a un hijo con dificultades? ¿Qué necesidades presentan las
familias? ¿Cómo se aborda el autismo desde el cine? |
El abrazo de la serpiente[8] |
Ciro
Guerra |
2015,
Colombia |
Antropología.
Colonialismo. Imperialismo. Etnocidio. Aculturación. |
¿Qué
relación hay entre la producción de conocimiento y la reproducción de las
relaciones de dominación entre pueblos a partir de la crítica que hacen las antropologías
de los años 60 y 70? |
En la cárcel[9] |
Albert
Solé y Pedro Ballesteros |
2006,
España |
Prisión.
Pedagogía penitenciaria. Educación Social. Centros penitenciarios. Dignidad. |
¿Qué
relaciones humanas se generan en una prisión? ¿En qué sentido puede un ser
humano educarse dentro de la cárcel? ¿Cuáles son las claves que permiten el
cambio y mejora? ¿Qué papel juega la historia personal en el crecimiento de
la persona? |
O que arde[10] |
Oliver
Laxe |
2019 |
Cotidianeidad.
Cultura rural. Relaciones familiares. |
¿Cómo
podemos vivir lo cotidiano? ¿De qué manera asumimos dinámicas no deseables
por costumbre? ¿Se puede vivir de manera reflexiva y crítica el día a día? |
Buda explotó por vergüenza[11] |
Hana Makhmalbaf |
2007 |
Conflicto.
Violencia. Deseo. Cultura. Esperanza. Crueldad. |
¿Cómo
imita la infancia las conductas adultas? ¿Cuál es el sentido de la escuela en
tiempos de conflicto? ¿Por qué debería importarnos una realidad geográfica y
cultural ajena? |
Wonder[12] |
Stephen Chbosky |
2017 |
Bullying.
Compasión. Relaciones familiares. Educación en valores. |
¿Cuáles
son las principales dificultades y potencialidades que existen en el proceso
de escolarización de un alumno con necesidades educativas especiales? |
El profesor[13] |
Tony Kaye |
2011 |
Docencia.
Adolescencia. Salud mental. Compromiso docente. |
¿Qué rol
juegan en la profesión docente la vocación y el compromiso? ¿De qué manera se
puede aprender del fracaso en la docencia? ¿Qué ingredientes logran la
autoridad del profesor? ¿Cuáles son los límites de la implicación de un
docente en la vida de sus estudiantes? |
Vamos ahora, como anunciamos, a detallar el potencial pedagógico de la
película estadounidense Whiplash, dirigida por
Damien Chazelle. La película narra la historia de un
joven batería, Andrew Neiman, que estudia en una prestigiosa escuela de música,
Shaffer, en Nueva York. El muchacho aspira a ser el mejor y quiere entrar en
una banda de jazz de élite que esa escuela tiene y que dirige Fletcher. Cuando
finalmente es seleccionado descubre que sus métodos son excesivos y
humillantes. Se sitúan más allá de lo razonable y parten de la idea de que solo
bajo presión, y una gran presión, puede salir la genialidad.
Una mirada superficial a la película nos puede conducir a utilizar la
historia como una mera crítica de los métodos de Fletcher, sin duda, más que
cuestionables, pero, per se, estas críticas no son suficientes para entender el
fondo de la historia y la tensión dramática que subyace al aspecto verdadero
que refleja la historia. La película nos permite hacernos varias preguntas que
tienen que ver con la educación, y debemos pensarlas bien, pues en su respuesta
podemos encontrar claves importantes para comprender la condición humana y a
partir de ella, la realidad educativa.
Este grupo de preguntas gira en torno a la virtud de la magnanimidad,
sin duda una virtud muy olvidada en nuestro contexto cultural. La virtud de la
magnanimidad está descrita en varios textos clásicos. Destacaremos dos de
ellos: la Ética a Nicómaco de Aristóteles (libro IV capítulo III)
(Aristóteles, 1873), y la Suma Teológica de Tomás de Aquino, II. II
Cuestiones 129 a 134 (Aquino, 1990). Dice Aristóteles, en el comienzo del
capítulo citado, que la magnanimidad se manifiesta en la apertura del alma a
cosas grandes, a la excelencia. Y añade después: “Veamos qué es eso y cuál es
la disposición del hombre virtuoso frente a esas cosas” (Aristóteles, 1873).
Esto es, Aristóteles se pregunta qué significa que algo es grande en tanto que
fin deseable, y qué disposiciones del espíritu humano requiere su logro.
Pero antes de entrar en estas preguntas, tenemos, gracias a la película,
la oportunidad de pensar en las razones del olvido, o directamente descrédito,
de esta virtud. Estas son muchas y variadas. La principal, una errónea idea de
igualdad que parece obligarnos a sospechar de cualquier tipo de aspiración a la
excelencia por parecer, en principio, anti inclusiva (Pozo Armentia, Reyero y Gil, 2020).
Una vez planteada esta reflexión, lo siguiente que deberíamos
preguntarnos tiene que ver con la calidad del deseo del joven Andrew: ¿es
verdaderamente un deseo grande, un deseo que merece la pena? Pero esta pregunta
nos lleva a una anterior: ¿quién tiene derecho a juzgar lo que merece la pena?
¿No es eso algo a disposición de cada uno sobre lo que no estamos legitimados a
juzgar? Que nuestra época tenga problemas con esos asuntos no quiere decir que
ese juicio sea imposible o nadie tenga derecho a la orientación sobre lo
valioso. Porque no todo es valioso. De hecho, para Tomás de Aquino uno de los
errores propios de la magnanimidad, la vanidad, puede tener su causa en la
confusión acerca de lo que es realmente admirable o vale la pena:
Ahora bien: la gloria puede ser vana en primer lugar por parte de la
cosa de la cual se busca la gloria; por ejemplo, si uno busca la gloria en lo
que no existe, o en lo que no es digno de gloria, por ser frágil y caduco
(Aquino, 1990, p. 357-358).
Renunciar a pensar desde la educación en los objetos valiosos es un lujo
que no podemos permitirnos y esta actividad puede ayudar a pensar sobre la
orientación a lo realmente valioso. En este caso parece que el deseo de Andrew
sí merece la pena. Su deseo está orientado a una actividad artística y el arte
gira en torno al concepto de belleza. El propio Aristóteles pone la belleza
como un ejemplo de esas cosas grandes (al igual que el bien o la verdad), y la
película muestra que en la música en general, y en el jazz en particular, hay
belleza. La aspiración a ser un gran intérprete como lo sería la aspiración a
ser un gran escritor o investigador es, por lo tanto, la aspiración a algo
digno de valor. Pero habría que ir un poco más lejos y ver el sentido de esa
aspiración.
¿Es el amor a la belleza del jazz o es el amor al reconocimiento
lo que mueve a Andrew? Hay numerosos ejemplos de que el jazz es una
parte importante de la vida de Andrew, de que ha descubierto su valor
intrínseco. Sin embargo, aparecen también en la película actitudes que muestran
que aún le falta recorrido personal para poder hablar de que posee la virtud de
la magnanimidad, como las que aparecen en una conversación que Andrew tiene en
una cena familiar. ¿Cómo saber si los honores buscados son el efecto de la
virtud o de la vanagloria? Aristóteles nos ofrece algunas claves. La primera es
la idea de que los honores recibidos deben ser acogidos con moderación, el
magnánimo no se ríe ni humilla al otro, ni sufre en demasía ni la fortuna ni
los reveses de la vida. La segunda clave tiene que ver con quién es el que
otorga dichos honores. Es muy interesante en este sentido la rivalidad
subyacente entre el valor que Andrew otorga a las opiniones del profesor y las
del padre. El profesor sabe de jazz, tiene una autoridad sobre la
materia y sobre lo que su dominio exige que el padre no tiene.
Hay una última pregunta que está también en el camino a la excelencia
que sigue Andrew y tiene que ver con su relación con la frustración y la
desilusión. Una relación que casi termina con él. ¿Es el fracaso parte
importante en el camino de Andrew Neiman? ¿Es de hecho una parte sin la que el
correcto aprendizaje es imposible? ¿Qué papel juega el profesor y su exigencia
en ese fracaso? Es un tema importante porque nuestra sociedad se mueve entre la
sobreprotección y la deshumanización. La reflexión educativa en torno a la
limitación y también el sufrimiento ya ha sido abordado en otros sitios (Reyero y Gil Cantero, 2019), y la película nos da la
oportunidad de reflexionar sobre estos mismos temas y también sobre la actitud
del profesor o del educador frente a esta limitación, ante la que cabe
preguntarnos: ¿debe ser alguien que la mitigue o que la instigue? ¿Cómo jugar
con ella? ¿Es la exigencia el error del profesor?
Algunas vidas nos permiten encontrar ejemplos que podemos relacionar con
la película en el tiempo de trabajo con los estudiantes y que nos pueden
permitir mejorar el análisis. Presentaremos dos de ellas relacionadas con
figuras educativas, aunque no con profesores. El primero es el de Malikian ya utilizado en el artículo antes citado (Reyero y Gil Cantero, 2019, p. 215). A este famoso
violinista su padre le obligó a tocar de niño más allá de lo que, por supuesto,
él quería, y seguramente más allá de lo que el padre promedio hubiese
considerado razonable. El segundo de George Steiner que en una entrevista con
Lauren Adler cuenta así su experiencia con la frustración y la dificultad:
Mis primeros años fueron muy difíciles porque mi brazo estaba
prácticamente pegado a mi cuerpo; los tratamientos eran muy dolorosos, iba de
un sanatorio a otro (...) Me educaron en una época en la que no se daban
aspirinas ni caramelitos. Había zapatos con cremallera, muy sencillos. «Ni
hablar», dijo mi madre. «Vas a aprender a abrocharte los cordones de los
zapatos». Es difícil, se lo aseguro. El que tiene dos manos hábiles no se da
cuenta, pero atarse los cordones de los zapatos requiere una gran habilidad.
Gritaba, lloraba; pero al cabo de seis o siete meses había aprendido a atarme
los cordones. Y mamá me dijo: «Puedes escribir con la mano izquierda». Me
negué. Entonces me puso la mano en la espalda: «Vas a aprender a escribir con
la mano mala. — Sí». Y me enseñó. He sido capaz de pintar cuadros y dibujos con
la mano mala. Se trataba de una metafísica del esfuerzo (Steiner, 2016,
p.12-13).
El problema que nos plantean este tipo de relatos cuando los comparamos
con la historia que narra la película es la deshumanización de esta última. En
esta, el ejercicio virtuoso está por encima del sujeto, que es despreciado y
solo valorado en tanto que ejecutor de una pieza. No es la exigencia el
problema, es el modo de la exigencia. Un modo que nos habla de una ruptura o de
una relación desequilibrada.
3.
Conclusiones
A lo largo de estas páginas hemos querido subrayar una idea de
fondo: que la innovación (y el éxito) en
el aula universitaria beben del dinamismo de la vida intelectual del docente, y
que ciertas actividades audiovisuales pueden servir para provocarlo y
renovarlo.
En definitiva, en este artículo hemos querido ofrecer una visión de la
innovación como renovación y revitalización, esto es, volver a hacer nuevo y
atractivo lo que es propiamente universitario: la formación intelectual, las
grandes preguntas y el diálogo pedagógico entre docentes y estudiantes
atendiendo a elementos culturales de valor. Hemos observado que las series de
ficción pueden ser un buen recurso, y que muestran un gran potencial, así como
un gran riesgo que debe ser tenido en cuenta. Asimismo, se han ofrecido ideas
para trabajar preguntas pedagógicas, antropológicas y filosóficas a partir del
cine, con especial atención a la relación entre la exigencia y la excelencia
desde la película Whiplash. Esperamos haber
mostrado el potencial pedagógico de una película que podría tener un
tratamiento muy superficial o, por el contrario, ser un catalizador de grandes
preguntas pedagógicas si los docentes aceptan el reto de apropiarse de objetos
culturales como manera de comprender mejor el mundo y el ser humano. Al
finalizar este ensayo, el lector comprenderá que las propuestas de renovación
en un aula universitaria tienen más que ver con la creatividad para activar
todos los recursos motivacionales que puedan atraer al estudiante universitario
a la tarea que tiene entre manos, que con la introducción acrítica de nuevos
elementos de moda. Estas estrategias de renovación se relacionan con la
capacidad del profesor de conocer el mundo propio y el mundo de los nuevos
estudiantes, conocer los debates contemporáneos sobre su asignatura, y motivar
intrínsecamente el proceso de reflexión que todo buen estudiante universitario
habrá de llevar a cabo con determinación.
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[1] Acceso al vídeo Para Todos la 2 – Debate – Los aprendices. 20 de febrero de 2014. https://www.rtve.es/alacarta/videos/para-todos-la-2/para-todos-2-debate-aprendices/2407856/
[2] Para más información, recomendamos visitar: https://www.educacionyfp.gob.es/mc/sgctie/comunicacion/blog/junio2023/premios-ods.html
[3] Este artículo está escrito por docentes del área de Teoría e Historia de la Educación, del perfil de Teoría de la Educación, por esta razón el lector puede observar que durante estas páginas el foco está puesto de manera prioritaria en la activación de recursos motivacionales que sirvan a estas materias.
[4] Estos cuatro términos son los que el diccionario de la RAE vincula a la definición de fascinación.
[5] Para más información sobre el proyecto, visitar: https://www.ucm.es/giafe/proyectos-de-innovacion
[6] Parte de la propuesta de cinefórums es que fuesen una actividad libre, de asistencia y de créditos, en la que cada asistente sacase diferentes conclusiones y perspectivas que le ayudasen a su vida universitaria. Como área de mejora para el futuro, se propone recoger más información y evidencias de los asistentes (perfil académico, edad, intereses, motivación para asistir) y conclusiones escritas conjuntas de cada una de las sesiones. Esto ayudaría, por un lado, a tener datos para evaluar la propuesta y, por otro, a sistematizar la actividad educativa de manera que pudiese ser replicada en otros contextos.
[7] Película propuesta y guía didáctica de la misma elaborada por Marina Jodra, IP del proyecto.
[8] Película propuesta y guía didáctica de la misma elaborada por Laura Calle, miembro del proyecto.
[9] Película propuesta y guía didáctica de la misma elaborada por Fernando Gil, miembro del proyecto.
[10]
Película propuesta y guía didáctica de
la misma elaborada por Alberto Sánchez-Rojo, miembro del proyecto.
[11] Película propuesta y guía didáctica de la misma elaborada por María Casas, miembro del proyecto.
[12] Película propuesta y guía didáctica de la misma elaborada por María José Ibáñez y Rocío Nicolás, miembros del proyecto.
[13] Película propuesta y guía didáctica de la misma elaborada por Tania Alonso, Daniel Pattier y Rocío Nicolás, miembros del proyecto.